diciembre 20, 2016

La ONU acaba de declarar el Derecho a la Paz. Por fin! Gracias a todos por vuestro apoyo!

Con estas palabras, Miguel subía a las redes sociales su inmensa alegría por conseguir algo histórico.
Gracias a él y Juanes por su lucha pacífica. Gracias a su empeño el mundo tiene por derecho propio la PAZ, algo que, aunque pareciera mentira, no teníamos derecho los ciudadanos. Gracias, el mundo os da las gracias!



Carta de Miguel escrita en 2012:

Estimados gobiernos de toda la Tierra...
Me llamo Miguel y, para todos los efectos, soy un ciudadano más, uno común a pesar de tener un apellido público. Y desde la garantía que casi todas las constituciones de casi todos los países del mundo me conceden, quisiera alzar mi voz, serena y discreta.
Tengo 56 años y hace 35 que trabajo con sudor, los mismos exactos que hace que soy honesto, coherente con mis ideas, que pago religiosamente mis impuestos y que soy paciente y riguroso. Y hace los mismos que ni tengo ni veo resultados a ninguna de mis inversiones ni a ninguno de mis compromisos voluntarios y ya estoy hasta las narices de que me tomen el pelo y quiero la Paz ya, de inmediato, de una vez, para siempre, sin condiciones, sin discusión, sin perder más tiempo, mañana mismo, para mí, mi familia y para todos los hombres y mujeres de la Tierra. Y no aceptaré un no por respuesta.
¿Cuál es el precio? ¿Cuánto va a costar eso? Ni lo sé ni me importa, pero nosotros ya hemos pagado históricamente, por adelantado y con mucha sangre, el derecho por el que nadie tendría que haber perdido la vida.
Queremos la Paz, vivir en ella, tenerla como fondo de paisaje, como cultura, como progreso, como garantía de futuro, como Dios manda y quiere para todo el mundo. Y no sólo yo. No. Es lo que el mundo entero quiere en todos sus idiomas y punto. ¿Me entienden? ¿Nos entienden?
Quiero y queremos que la Paz sea un Derecho Universal para toda la Humanidad, que se regule, se legisle, se declare, proteja, garantice y blinde.
Que caigan ya de una vez todos los telones de los teatros del mundo, de las guerras frías, de los comercios del miedo, de los intereses políticos. Los conocemos. No tienen efecto ya en nosotros. Queremos hechos, no promesas.
Soy padre reciente de dos preciosos hijos, Diego y Tadeo, que apenas acaban de cumplir año y medio y no voy a permitir que vivan mañana dentro de un mundo en el que no haya armonía. No lo voy a permitir. Por encima de mi cadáver, no lo voy a permitir.
No voy a permitir que tengan que resolver todas las estupideces y necedades que creerán que la generación de su padre permitió. No dejaré que nada de lo que no remediamos vaya a putearles la vida. Haré lo que esté en mis manos y sea posible para que no tengan que echarme en cara el por qué los traje a este mundo de mierda, aunque hoy por hoy y mientras tanto, mi amor me esté costando a diario un rosario de mentiras para que no sientan que me prometí traerlos a un mundo mejor que no puedo darles. Y si pretendo que mis hijos sean dignos de su padre, no puedo mentirles indefinidamente.
O les entrego la Paz en el mundo que les prometí, o no podré mirarlos a la cara jamás...
Nací con un ADN privilegiado y me desentiendo de esa ventaja. Pero sí exijo que lo que se devengue de ello sea invertido en los que menos tengan, y no solo en eso, sino en que todos, incluidos mis hijos, tengan en un futuro un techo común para desarrollar sus identidades en igualdad.
Quiero armonía, quiero serenidad y calma. Quiero que mis cachorros crezcan en paz...
A lo largo de la historia, el hombre ha peleado por muchas cosas: territorios, etnias, ideologías, religiones... y lo ha hecho en forma violenta. Pero cuando ha luchado por sus derechos, por tenerlos, por no perderlos, por recuperarlos o conservarlos, siempre lo ha hecho en forma pacífica, esa es la diferencia.
La Paz es por naturaleza el primer derecho universal del hombre, el refugio de la tolerancia y del progreso, el amparo de ese Dios que, haciéndonos a todos tan diferentes, en todo nos hace por fin iguales. Él sabe dialogar con nuestras voces como nosotros no somos capaces de hacerlo, amasando nuestras distancias en un solo pan, el pan nuestro de cada día, el de la Paz.
Que la Paz de ese Dios sea contigo, conmigo, con todos nosotros y con nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos por siempre y hasta siempre eternamente. Ese es mi deseo... La paz...
MIGUEL BOSÉ

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